Notisiero Fojeteiros- Diario de un manager primerizo (noticia mensual +250 palabras 04/09))

NOTISIERO FOJETEIROS​

Como viene siendo habitual en las últimas entregas del Notisiero Fojeteiros, esta no va a ser menos. Debido a la falta de riego sanguíneo por los múltiples exámenes, aderezado con la ingesta masiva de alcohol y cosa fina, en esta edición especial saldrá a la luz una de las páginas del fabuloso diario del manager, donde narra su inolvidable experiencia durante su viaje a Londres para fichar por el Arsenal. Hay que decir que, tras firmar el contrato se fueron a celebrarlo a New York con unos primos del manager.

PARTE 1. Aeropuerto Lavacolla.

Mi primera ilusión para con este viaje es cagar en el vuelo Londres-New York. Para lograr tan noble propósito llevo dos días sin ir de vientre. Ahora, mientras escribo estas líneas en el aeropuerto de Santiago de Compostela, me pregunto si no habré demorado en exceso la hora de descomer, pues el misil ya asoma fiero y aún me faltan 8 horas para coger el avión a New York.

La idea principal era redundar la eterna batalla entre el Hombre y la Bestia. Basándome en la magnífica novela de Melville, Moby Dick, mi plan se fundamentaba en giñar un consistente tordo a 9.000 metros de altura. Al tirar de la cadena del vater del avión, mi hez saldría expulsada y gracias a las bajísimas temperaturas propias de dicha altitud la materia orgánica habría de congelarse y gracias a las fuerzas de rozamiento de su caída adquiriría aspecto puntimorfo. Afilada como clítorix de quinceañera, tal que una estalactita fecal que surcaría la atmósfera cual rayo de Apolo y se precipitaría en su loco descenso contra el Atlántico, atravesando a una ballena torcaz que allí habite de parte a parte. Estableciéndose así un bello paralelismo entre mi caca y el arpón del capitán Ahab, cazador de Moby Dick.

PARTE 2: Aeropuerto de Barajas.

Ha ocurrido una tragedia.

La bestia ha vencido. No he sido capaz de aguantarme.

Nada más llegar a Barajas supe que no iba a poder contener más mi energía marrón y al aterrizar me fui al servicio, que estaba lleno de gente horrible cuyos mongosonidos intimidaban a mi timidísimo esfínter. Así que me salí del servicio de hombres y me metí en el de minusválidos. Éso sí que es una maravilla: WC amplio, insonorizado, limpio, bonito, lavabo, botón para pedir auxilio... pensé que podría quedarme a vivir allí para siempre. Así que me sentí con el corazón sosegado para cagar, ahí sentado semejaba al Rey Alfonso X, el sabio, de tan a gustazo que estaba.

Pero, cómo no, siempre hay alguien que viene a joder cuando estás cagando. A mí me llegó una puta señora justiciera, una madre coraje que por la cara de bollo que tenía era más bien una madre potaje y por las ganas de joder parecía más bien una madre putaje. Pues, como digo ahí llego a cortarme el chorro mataballenas. Empieza a llamar a la puerta y me limpio el culo blasfemando y salgo a enfrentarme al primer peligro de mi expedición. Ella mueve primero, alzando la voz para ser apoyada por la muchedumbre aeropuertaria.

-Oye, ahí no se puede entrar que es para minusválidos y tú no me pareces minusválido.

Varias personas miran para mí con cara inquisidora, dando a la señora el orgasmo social que sus podridas gónadas le exigen. Entonces me esfuerzo por poner mi cara de ultra-afligido, intento llorar pensando en el final de Titanic y digo:

-Señora soy diabético y tenía que pincharme y creo que es el úncio lugar del aeropuerto donde puedo tirar una jeringuilla.

La señora me pide perdón, pero hablando más bajito que cuando se puso en modo acusativo. Y le digo que la perdono, que estoy acostumbrado y que no debiera fiarse de las apariencias. Así que ahora cogeré el avión para Londres con una sonrisa en la cara por haber engañado a una señora y haber cagado. ¡Qué sencillo es ser feliz!

PARTE 3: Madrid-Londres.

Tuvimos un despegue muy movidito, con muchas turbulencias. Inevitablemente mi cabeza se puso en lo peor: "Voy a morir" pensé y decidí morir conforme al estoicismo samurai, es decir, en un silencio tranquilo. El camino del guerrero es morir.

Así que cerré los ojos ante las invisibles embestidas del viento y fue entonces cuando me percaté de que el avión tenía un hilo musical, un piano chill-out monótono y lánguido. Valiente mierda para ser la banda sonora de mi muerte. Miré a mi derecha y había un hooligan gordo que enseguida entendió mi cabreo. Debería estar sonando algo de los Sex Pistols para que entráramos al infierno con sed kalimotxera para joderle a Satanás los Gran Reserva con cocacola. Al final se restablecío el vuelo.

Os decía que a mi lado había un hooligan. A mí me parece muy respetable que alguien vaya de ciudad en ciudad ostíandose con otras personas, cumplen a grosso modo los postulados espartanos de Leónidas. Pues ahí empezamos a hablar de fútbol en mi inglés patatero. Resulta que era seguidor del Liverpool y yo le dije que era amigo de Fernando Torres, que éramos del mismo barrio. Claro, sabía que este no se iba a coscar de mi acento vacuno y así fue. Dos vuelos, dos trolas como dos soles. A éso le llamo yo un buen comienzo.

Ahora estoy escribiendo ésto desde el aeropuerto de Heathrow que es mucha más grande que el aeropuerto de Madrid y casi la mitad de grande que el de Riveira.

Me he comido un bocata con salsa india, así que aún albergo esperanzas de matar a la ballena. Tengo ganas de irme de Londres, estos degenerados cunducen al revés y probablemente sean necrofílicos.

PARTE 4: Londres-New York.

¡Ya estoy en el avión rumbo a USA! Además he tenido la suerte de que el tío que me ha cacheado en la aduana me ha tocado el pene y me he sentido querido. Soy irresistible.

El vuelo son 7 horitas de nada, vamos, lo que tardo yo en echar un polvo, hay unas pantallas en los asientos y tienen una variada sección de música. Ahora mismo estoy escuchando el "Live at Reading" de Nirvana. Estamos a 10.000 m de altura, una caca arrojada desde aquí puede ser LETAL para cualquier ser vivo.